General Rodríguez: tiene 10 años, sufrió graves quemaduras y es furor en redes con sus tortas
En un accidente, Joaquín tuvo heridas en el 25% de su cuerpo, estuvo en terapia intensiva y se recuperó. Le quedan más tratamientos por delante. Como pastelero, vende sus creaciones o las dona a merenderos: el reparto lo hace en tren.
Joaquín vive en General Rodríguez, tiene 10 años y sueña con ser pastelero. Se pasa el tiempo cocinando, juega, se divierte, crea. Tiene detrás suyo una historia muy fuerte y conmovedora que el barrio, la ciudad y cada vez más gente conoce. Incluidos los miles de usuarios que lo siguen en las redes sociales donde comparte sus recetas, siempre con una sonrisa de oreja a oreja.
Sin embargo, hace dos años, todo era tragedia: a Joaquín, el 5 de abril del 2019, un accidente le cambió la vida: quiso aumentar el calor de unas brasas de parrilla arrojándoles alcohol y se prendió fuego. Se le quemó el 25% del cuerpo. «Cuando lo miré a Joaquín estaba todo envuelto en llamas. No me dio tiempo a nada. Mi vecina me sacó al bebé. Lo único que quería hacer era que se tirara al piso, que rodara. Pero no lo hacía. Empecé a gritar, mi mamá abrió la puerta de su casa y de un empujón lo metí adentro. Como no lo podíamos apagar, mi papá, que escuchó los gritos, saltó de la cama y así como vino lo abrazó con una campera. Se quemó las manos y los brazos, pero lo apagó”, recordó Raquel, la mamá.
Lo trasladaron al Instituto del Quemado, donde estuvo un mes en Terapia Intensiva. «Nos decían que no había evolución, que iban a hacer todo lo posible pero que estaba en manos de Dios, que más de lo que hacían no podían hacer», recordó Raquel. Pero luego apareció una evolución y logró salir adelante: no había ningún órgano afectado.
Sin embargo, esa buena nueva no quitó la gravedad del asunto: había perdido la piel de su brazo derecho, de sus dos piernas, su entrepierna, de su cuello, de sus oídos, de parte del pecho y la cara. Así fue como inició una rehabilitación en la que le colocaban injertos para reemplazar partes muertas, pero el tratamiento se suspendió cuando comenzó la pandemia en marzo de 2020. Los médicos le informaron este año a la familia que las lesiones se cicatrizaron y no podrían colocarle más injertos. Y que una solución terapéutica podría pasar por colocarle debajo de la piel del rostro 4 expansores que cuestan U$S 200 cada uno para una reconstrucción facial que, según la madre, «puede hacerse tanto en uno o dos, como tres, cinco o diez años, ya que se necesita que su piel crezca».
Joaquín y una pasión inédita en su familia
El contacto con la cocina fue a los 6 años. Su abuelo le enseñó a hacer bizcochuelos para el mate o el te. «Al principio le salían chiquitos. Después del accidente volvió a hacer y siguió hasta hace cuatro meses, que empezó a decorar y rellenar y en esos meses tuvo un avance increíble”, remarcó su madre.
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Pero, ¿de dónde salió esa curiosidad y talento? «No sé, yo nunca hice cosas dulces ni mi mamá. Mi marido cocina pero nada de tortas y mi papá solo hacía pan casero. Es algo que a él siempre le gustó desde chico pero no heredó esto de nadie. Creíamos que con lo que le pasó iba a dejar pero fue todo lo contrario. Hay cosas que las ve en videos y las quiere hacer, y otras recetas que es las imagina», contó Raquel. Y, con admiración, agregó: «En casa nadie cocina bizcochuelos tan altos y esponjosos como él. Además, el decorado que hace es increíble».
Y reveló que no descarta anotarlo en algún curso para que pueda formarse como pastelero. «Está muy decidido», destacó sobre Joaquín, que vive en el barrio Parque Rivadavia, alejado del centro de General Rodríguez (en el oeste del Conurbano), junto a ella, su marido y sus otros cuatro hijos de 12, 8, 7 y 2 años.
Comparte sus recetas con publicaciones en Tik Tok, Instagram y Twitter. Cuenta con decenas de miles de seguidores en redes sociales, en las que recibe reacciones que van entre el apoyo y la ternura. Tan fuerte ha sido la repercusión que el nene ya se animó a grabar un video en el que transmitió un mensaje de superación a todos aquellos que hubieran sufrido algún accidente como el que le tocó a él. «Quiero darles un consejo a los chicos que tuvieron el mismo accidente que el mío, que son discapacitados o que tuvieron otro problema de salud: que no se rindan, que la luchen que todo va a salir bien. Y que sus padres los acompañen en todo sueño que los chicos tengan», dijo.
Delicias que piden cada vez más lejos de General Rodríguez
A raíz de su creciente talento como pastelero, el nene inició un emprendimiento para vender por grupos de Facebook y a través de su perfil de Instagram. «Estamos tratando de conseguir una movilidad, aunque sea a pagar, para que él no pierda sus pedidos porque le hacen algunos muy grandes de Merlo, San Antonio de Padua, y nos queda lejos para llevar todo en transporte público», contó la madre. Por el momento, el reparto lo hacen en tren.
El nene, hoy, hace muffins y tortas y «con lo que él vende, lo va poniendo en una alcancía que se compró para juntar para sus cosas». Se entusiasmó tanto con ser pastelero que ahora quiere invertir en todos los elementos que necesita como moldes de todos los tamaños, cortantes, picos, mangas, platos giratorios, procesadora, amasadora, batidoras y licuadoras. No es novedad: desde hace años cada recurso que tiene lo destina en la cocina. «Le dábamos plata y la guardaba. No se la gastaba y después se compraba harina y huevos, leche, para hacer tortas. Sus hermanos se gastaban todo enseguida», dijo Raquel sonriendo y agradeció la solidaridad de la comunidad, revelando que también le donaron muchos elementos.
Alumno de la 5° grado de la Escuela 7 de General Rodríguez, dijo que le gustaría conocer al pastelero estrella de la televisión, Damián Betular. Y a Carlos Tévez. Pero por ahora, toda su energía está puesta en otro sueño: levantar un local comercial. Su tío Sebastián le cedió la edificación que hizo en la entrada de su casa y que está a medio terminar. Los materiales de construcción son el nuevo objetivo de Joaquín, que ahora prepara tortas para juntar plata en una alcancía que se compró pero que aún no se olvida de hermosos gestos: no todas las tortas se venden, algunas son para merenderos o para repartir a gente humilde. Y eso le vale el cariño del barrio, como el que le transmiten a través de las pantallas sus seguidores.