Un pibe abrió su propia barbería y decidió darles una mano a los jubilados: «Es feo no llegar a fin de mes»
Facundo Olivera tiene 17 años y cumplió el sueño de emprender con una peluquería. Apenas empezó a trabajar tomó una decisión que se viralizó en redes y hasta la valió el reconocimiento del Concejo Deliberante local.

En la calle Alsina al 2000 de Lomas de Zamora la barbería "Sin Retroceso", de Facundo Olivera, le corta gratis el pelo a los jubilados y pensionados.
En el corazón de Lomas de Zamora, sobre la calle Alsina al 2000, hay una barbería que no solo transforma cabezas, sino también corazones. Se llama “Sin Retroceso” y su dueño, Facundo Olivera, es un joven de apenas 17 años que tras cumplir su sueño y levantar la persiana hace unos meses decidió hacer una diferencia en su comunidad: todos los lunes, corta el pelo gratis a jubilados. Sin pedir nada a cambio, solo con ganas de ayudar.
Facundo no nació en Argentina, llegó desde Uruguay cuando era apenas un bebé. Pero su historia, bien conurbana, está hecha de esfuerzo, vocación y un compromiso que sorprende por su edad. Desde los 13 años se formó como barbero, primero con cursos y luego con mucha práctica. Hoy, maneja su propio local y, además de trabajar a diario, va al colegio a la noche para terminar el secundario.
La iniciativa solidaria surgió durante una charla familiar, en un momento sencillo pero revelador. «Estábamos con mi mamá y mi hermana en el sillón de la barbería y vimos una noticia sobre jubilados que no podían comprar los remedios«, recuerda. Y fue ahí cuando se le ocurrió: «¿Y si les corto el pelo gratis?».

Dicho y hecho. Al otro día escribió un cartel a mano: «Corte de pelo gratis a jubilados. Día lunes de 9 a 16». Lo pegó en la vidriera sin demasiadas expectativas. Pero el barrio reaccionó. El boca en boca se mezcló con la viralidad de las redes y en cuestión de días ya tenía una fila de abuelos esperando su turno, algunos incluso emocionados.
Facundo Olivera, el pibe que le corta gratis a los jubilados
«No tienen que traer ningún papel. Si vienen y me dicen que son jubilados, para mí alcanza. Yo les creo», asegura con una sonrisa sincera. Lo importante, dice, no es comprobar nada, sino ofrecer una mano sin vueltas. «Hay muchos que estaban bien antes, pero ahora no les alcanza ni para cortarse el pelo. Esto les da un respiro. Es feo no llegar a fin de mes«.
Los lunes se convirtieron en un ritual distinto. «El primer lunes vinieron 12, el segundo hice 20… y después ya fue una constante», cuenta orgulloso. Con cada corte, se va gestando un vínculo. «Algunos ya son fijos. Me cuentan sus historias, me dejan bizcochitos, me tiran besos desde la vereda. Eso no se paga con nada».
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Facundo cobra $9 .000 por corte de martes a sábado, pero los lunes son otra cosa. «Ese día el local es de ellos. A veces vienen señoras también, y yo les explico qué puedo hacerles, cómo emprolijarlas. Se quedan contentas igual», dice entre risas. Y agrega: «Más allá del corte, es un rato donde se sienten escuchados».
La barbería es un espacio prolijo, con sus máquinas bien cuidadas y desinfectadas. «Me gusta que sea así, porque si uno quiere que lo respeten, tiene que hacer las cosas bien», reflexiona. Y ya está pensando en grande: «Mi sueño es abrir más locales y dar trabajo a otros. Quiero que esto crezca».
Pero también tiene otras inquietudes. Le gusta la criminología, una vocación que le nació mirando series policiales. «No descarto estudiar eso también. Me gusta la barbería, pero quiero aprender más cosas», dice con entusiasmo. No se encasilla, ni se pone techo.

Los vecinos lo apoyan con fuerza.»Muchos pasan a saludarme, otros se cortan conmigo o me traen algo. Los jubilados, ni hablar. Me dan enseñanzas de vida. Me encanta hablar con ellos. Aprendo un montón». En su cuenta de Instagram (@sin_retroceso), sube fotos de los cortes y recibe cientos de mensajes de aliento.
Facundo insiste en que lo suyo es apenas un pequeño gesto. Pero esa decisión hasta la valió un reconocimiento del Concejo Deliberante lomense. Cualquiera que lo escuche sabe que de pequeño su gesto no tuvo nada. Su barbería se convirtió en un símbolo de empatía y compromiso en una zona donde a veces las buenas noticias escasean. «Uno lo hizo de corazón, y la gente me está apoyando muchísimo», agradece.
“Sin Retroceso” no es solo un nombre de fantasía. Es casi una declaración de principios. Facundo avanza sin mirar atrás, con esa mezcla de humildad y determinación que contagia. A los 17 años, ya es referente de algo más grande: la esperanza de que con voluntad y empatía, los pibes también pueden liderar.
Y él lo tiene claro. «Todos vamos a llegar a esa edad. Está bueno que alguien piense en vos cuando más lo necesitás. Yo hago lo que puedo, pero de verdad siento que eso vale«. Por eso, cada lunes, su silla de barbero no solo acomoda cabellos: también devuelve dignidad.
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