Ernesto Sabato: a 110 años del nacimiento de un escritor que antes quiso ser futbolista
Cursó la secundaria e inició sus estudios de Física en La Plata. Se hizo hincha de Estudiantes y jugó en las Divisiones Inferiores del club. «No era un virtuoso, pero nunca daba una pelota por perdida», supo describirse alguna vez.
Además de haber sido uno de los escritores más importantes de la historia argentina, Ernesto Sabato acredita un pasado como futbolista. Contemporáneo de grandes plumas y admirado por autores internacionales, fue el segundo compatriota, después de Jorge Luis Borges, en ganar el premio Miguel de Cervantes, uno de los más relevantes para la escritura hispana.
Activo en el plano político, presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CoNaDeP) que juzgó los crímenes de la última dictadura, vivió casi cien años dejando una huella imborrable y transcurriendo sus últimos días en Santos Lugares, en el partido de Tres de Febrero. Pero, a diferencia de otros intelectuales, siempre tuvo tiempo y palabras de elogio para una de las máximas pasiones argentinas: el fútbol.
El Ernesto Sabato futbolista
Autor de libros famosos a nivel mundial como El Túnel o Sobre héroes y tumbas, Ernesto Sabato nació en 1911 en Rojas, una pequeña localidad a 240 kilómetros de Capital Federal, vecina a Pergamino y Junín.
Motivado por las ganas de destacarse, en 1924 viajó a La Plata para cursar la secundaria y, tras egresar del Colegio Nacional, en 1929 entró en la Universidad para estudiar Física. Sin embargo, entre las fórmulas de la facultad y los textos que comenzaban a aparecer en su cabeza, Ernesto también tenía un gusto bien popular: el fútbol.
Se hizo hincha de Estudiantes por su tío Juan, quien lo recibió en la ciudad de las diagonales y ya era del Pincharrata. Además, resultaba común esa simpatía entre los universitarios. Gimnasia, el otro gran club de la capital provincial, sumaba más voluntades en los barrios humildes.
Voluntarioso, Sabato mostró características interesantes también en el verde césped: llegó a ser parte de las Inferiores del club albirrojo. «No era un virtuoso, eso hay que aclararlo, pero iba y venía, nunca daba una pelota por perdida», explicó Sabato al ser consultado por su etapa como deportista.
Con más tesón que habilidad, ubicado de defensor, su hijo Mario contó en alguna oportunidad que lo apodaban «rompe canillas». Parece que la sutileza quedó para los libros…
Los homenajes en las canchas
Sin trascender en los campos y dejando un poco de lado su vocación por la física, Ernesto Sabato despegó como un escritor que logró reconocimiento planetario. Y fue precisamente este prestigio el que lo llevó de nuevo a los estadios: en 2004, por iniciativa de otro gran literato como Roberto Fontanarrosa, Rosario Central le organizó un homenaje por su brillante trayectoria.
Aprovechando la admiración de Sábato por otro Ernesto -el Che Guevara, hincha de Central según aseguran los canayas-, el escritor fue recibido en pleno Gigante de Arroyito por otro veterano, Don Ángel Tulio Zof (entrenador histórico del club) y por Fontanarrosa, quienes le entregaron la 10 auriazul.
«Tengo que agradecerle a don Ernesto que haya demostrado su simpatía por Central. Su elección confirma una tendencia de los artistas a inclinarse por este club», dijo un feliz y ácido Fontanarrosa…
Estudiantes, obviamente, también encabezó varias celebraciones para el escritor. Una de ellas es haber bautizado con su nombre la biblioteca del Colegio Country Club, la cual queda dentro del predio del equipo y donde asisten habitualmente los juveniles de Divisiones Inferiores. La última vez que Sabato apareció en una cancha fue justamente en la de El León: en 2004 fue homenajeado por la Comisión Directiva del club pincharrata en el ya demolido escenario de 1 y 57.
Ubicado en una de las plateas del histórico estadio, ahora reconstruido, Ernesto Sabato recibió una ovación con la que, quizá, habrá soñado en sus tiempos de joven promesa de la cantera. No fue como jugador, pero de todas formas la tuvo bien merecida.