Quién es el dueño del geriátrico trucho de Ezpeleta imputado por maltrato a ancianos

Quilmes. Sociedad
·
6 de mayo de 2021

Juan Carlos Parada, ex policía de 53 años e integrante de la Sociedad Rural de Florencio Varela, había cerrado otro hogar de adultos el año pasado, después de recibir cuatro clausuras. Ahora está acusado de “lesiones y daños a la salud”.

 

El indignante hecho ya empieza a tener consecuencias para el máximo responsable del lugar: Juan Carlos Parada, el dueño del geriátrico trucho de Ezpeleta, en Quilmes, fue imputado por lesiones y daños a la salud, luego de que fuera clausurada la casa ubicada en La Guarda 621, donde vivían 14 abuelos en condiciones infrahumanas.

Además, en las últimas horas trascendieron más detalles -espantosos- acerca de las condiciones del lugar donde estaban alojados los adultos mayores. Y también se conoció información inquietante sobre el propio Parada, que seguramente será evaluada por la Justicia.                                           

Según la investigación de la fiscal Mariana Curra Zamaniego de la UFI 6 de Quilmes, el hombre de 53 años que estaba al frente de San Miguel Arcángel, el hogar de ancianos que funcionaba sin habilitación, era dueño de, al menos, otro albergue (algunas versiones hablan de dos) que también funcionaba en la zona sur del Conurbano bonaerense.

Parada, quien es un ex policía rural, decidió cerrar ese lugar a fines del 2020, después de recibir cuatro clausuras por hacinamiento e incumplimiento de normas sanitarias básicas. En ese momento lo que hizo fue mudar a los abuelos a este geriátrico que ahora fue desbaratado, luego de un allanamiento que duró más de ocho horas. Y que, según los vecinos, ya llevaba un año funcionando.

Según la propia tarjeta personal que este hombre suele entregar como presentación, pertenece a la Sociedad Rural de Florencio Varela, de la cual fue presidente. Por ese motivo en sus fotos en redes sociales a Parada se lo puede ver vestido de gaucho.

Aparte, hay otra particularidad: los registros comerciales muestran que está registrado en los rubros de construcción y transporte urbano de carga, no en servicios de salud.

Las insólitas excusas del dueño del geriátrico

Ayer, mientras transcurría el operativo de rescate de los adultos mayores, Parada apareció en el lugar y, según contaron los testigos, su primera reacción fue la de hacerse el sorprendido, primero, e inmediatamente desentenderse del hecho.

“No tenía habilitación porque la Municipalidad estuvo el 4 de abril acá y me dijeron que en época de pandemia no daban habilitaciones. Los abuelos estaban acá porque yo los mudé hace un año. Los familiares vinieron y vieron la propiedad”, explicó frente a la puerta de rejas blancas donde ya estaba puesta la faja de clausura.

Desde la Municipalidad de Quilmes aseguraron que “nunca se acercó, ni consta en registro ningún Juan Carlos Parada que haya venido a averiguar sobre habilitar algún geriátrico”. Y remarcaron que de todas formas “no podría haber abierto sin habilitación del Municipio y, mucho menos, sin la correspondiente habilitación de Salud de la provincia de Buenos Aires”.

El dueño del geriátrico vestido de gaucho en una foto de sus redes sociales.
Juan Carlos Parada vestido de gaucho. Así suele lucir en sus redes sociales el dueño del geriátrico trucho.

Mientras el dueño del “geriátrico del horror”, como ya se lo conoce, daba declaraciones a la prensa para tratar de justificar el delito, surgió un testimonio que lo complica todavía más.

Una mujer, muy alterada, aseguró que había trabajado tres días en otro establecimiento administrado por Parada y que no toleró el espanto. “No teníamos ni una estufa y no les daban bien de comer. Los abuelos no tenían nada y ellos cobraban fortunas”, expresó a los gritos quien se identificó como Patricia García.

La misma mujer, aunque no dio detalles al respecto antes de irse, apuntó que “mi hija trabajaba con él en un campo”, dando a entender de una relación laboral en un ámbito diferente, claro.

Y más allá de dejar más dudas que certezas con su testimonio, quedó claro que esa experiencia también habría sido muy mala. “Vine acá porque lo vi en la tele y no sabés la impotencia que tengo. En su momento no lo denuncié porque no me animé. ¿Cómo no querés que venga? Sos un sinvergüenza de mierda”, le gritó a Parada.

Y agregó: “Les pegan, los maltratan. Lo que vi fue horrible. Para que no molesten los tiene dopados todo el día, y eso que estuve unas horas nada más. Además, viven atados los pobres viejitos”.

La propia García había realizado en marzo una presentación en la Comisaria 6° de Quilmes de la Policía Bonaerense, luego de haber sido convocada para una prueba de un día en el geriátrico San Miguel Arcángel.  

El geriátrico trucho, un lugar para el espanto

Fue tanto el espanto que sintió en aquella ocasión que cuando salió del lugar fue directamente a hacer la denuncia. Finalmente, casi dos meses después, en la mañana de este miércoles, la Justicia allanó el lugar y comprobó que la mujer no mentía ni exageraba, sino todo lo contrario.

En el siitio constataron que el geriátrico funcionaba sin habilitación y, lo que fue más indignante, vieron a abuelos con marcas en sus muñecas por haber sido atados. De hecho, en ese mismo momento dos ancianos estaban sujetados. Además, se los notaba mal alimentados y pedían auxilio.

En el acta municipal se asentó que los adultos mayores dormían en dos habitaciones con cuatro camas cada una, y en un garage reconvertido en el que habían ubicado seis plazas más.

“Las camas estaban prácticamente encimadas y la suciedad desbordaba. Nos sorprendimos cuando vimos el garage porque prácticamente no entraba una persona de pie entre las camas. A uno de los abuelos tuvimos que trasladarlo de urgencia porque su salud estaba comprometida y ahora quedó a resguardo en un hogar municipal”, explicó uno de los efectivos que participó del operativo.

Por supuesto que las medidas sanitarias que se deben implementar para preservar a los adultos mayores del Covid-19 eran inexistentes. Además, se encontró comida podrida en heladeras y un médico pudo verificar que los ancianos estaban “dopados de más”. También se encontraron historias clínicas visiblemente incompletas y se comprobó que muchos medicamentos que eran suministrados estaban vencidos.

Los abuelos del geriátrico de Ezpeleta vivían hacinados y recibían comida y medicamentos vencidos.
Los abuelos del geriátrico de Ezpeleta vivían hacinados y recibían comida y medicamentos vencidos.

En cuanto al personal que trabajaba en el lugar, se comprobó que ninguno era enfermero o tenía algún tipo de experiencia en cuidado de ancianos. Al momento del allanamiento los policías y la fiscal fueron recibidos por una mujer de maestranza y una cuidadora que había empezado a trabajar hacía poco tiempo, y que antes atendía una verdulería.

Para agravar el cuadro de situación de los abuelos, las víctimas de toda esta vergüenza, hay que señalar que todavía muchos de ellos no tienen un destino definitivo. “Si bien no pudimos dejar entrar a los familiares por cuestiones del Covid-19, les comentamos la situación y les explicamos lo mal que vivían los ancianos. Algunos nos creyeron y decidieron llevárselos a vivir con ellos, pero otros prefirieron igualmente que se queden ahí porque no tenían donde alojarlos y, según ellos, el municipio no les daba una respuesta”, contó uno de los investigadores entre el asombro y la indignación.

Por eso, si bien el lugar quedó clausurado, hay al menos siete personas que quedaron viviendo igualmente en el lugar a la espera de que se consiga espacio en alguno de los geriátricos municipales.

En cuanto a la antigua casa donde funcionaba el geriátrico, los investigadores descubrieron que Parada le adquirió el inmueble a la hija de una de las ancianas que estaban hacinadas en el interior. “Creemos que es la casa de toda la vida de la señora, que le fue vendida de manera irregular a este hombre. La pobre mujer terminó siendo maltratada y hacinada en su propia casa”, explicaron desde la investigación.

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