“Buscaba la manija para agarrarse”: el día en que Diego Maradona se subió al Falcon de TC de Oscar Aventín
Es una de las anécdotas reflejadas en el libro “Aventín: tres campeones de una misma cuna”, que acaba de presentarse. Los pilotos de Morón conforman una dinastía en la máxima categoría nacional. La emoción del Puma y de Tony.
Diego Maradona adoraba los autos. Le encantaba manejar. Desde un Fiat 128, el primer auto que tuvo, hasta el Scania con el que apareció en un entrenamiento de Boca, en su última etapa. En el medio, un par de Ferrari. Y como amante de la adrenalina, una vez se animó a subirse a un Turismo Carretera, pero como acompañante. Y sufrió la sensación que tienen aquellos que por primera vez se someten a estar en la butaca derecha de un auto de carreras, sin tener el control de lo que sucede. Fue en 1991, en el Ford Falcon de Oscar Aventín. El Puma contó la anécdota de aquel domingo en el autódromo porteño en el libro que recoge las vivencias de los Aventín en la máxima categoría del automovilismo nacional.
Nadie ganó más que los hermanos Juan y Oscar Gálvez en el Turismo Carretera. Juan Manuel Fangio fue el primer campeón de Chevrolet. Pero entre tantos apellidos ilustres, la máxima categoría del automovilismo nacional tiene en un clan de Morón una dinastía hasta ahora inigualable en las más de ocho décadas que tiene el TC. El libro “Aventín: tres campeones de una misma cuna” es un compendio de las vivencias que Oscar, Tony y Diego acumularon en 40 años de alta competencia: que tres miembros de una familia pudieran pintar el 1 en sus autos.
“Nos propusimos escribir un libro que reúna más que datos cronometrados y resultados para la grilla. Un relato que abra ventanas distintas por donde espiar las historias conocidas. Que vaya más lejos -o más cerca-, que llegue más profundo”, se refleja en las primeras palabras del libro que fue escrito por Gabriela Losavio.
Lo presentaron esta semana en el Campo Argentino de Polo, con la presencia de Oscar, de Tony y de Franco Deambrosi, el nieto del Puma que también es piloto. Faltó Diego, el último de los tres campeones, quien desde hace un par de años está radicado en Estados Unidos.
El día que Diego Maradona se subió al Falcon de Oscar Aventín
Fue el 1° de septiembre de 1991 por la 9ª fecha del campeonato en el autódromo de Buenos Aires. Diego purgaba con la suspensión por doping que le habían aplicado en Italia. Ya no iba a volver a Nápoles como futbolista, sino que en el año siguiente iba a pasar al Sevilla de España. En ese tiempo libre que se le había generado, se subió a uno de los autos dominantes de aquellos años: el Ford Falcon del Puma Aventín, quien se encaminaba a su primer título.
El Diez le dio suerte al Puma, quien ese domingo logró el segundo de sus cinco triunfos en la temporada. “Nunca olvidaré aquellas vueltas en el Turismo Carretera. Me pegué un susto bárbaro. Parecía que nos pegábamos en una curva. Me di cuenta que era la forma de encararla. Ahí me tranquilicé. Al sentarme como acompañante me di cuenta de lo mal que uno maneja”, recordó Maradona tiempo más tarde.
Aventín se encaminaba hacia el primero de sus dos títulos. Y el Puma, en la presentación del libro, refrendó con sus palabras aquello que había dicho Diego. “Lo hice atar bien, en la vuelta previa, cuando uno va hacia la largada, uno tiene la oportunidad de calentar el aceite del motor, la caja y el diferencial. Para eso hay que andar a fondo. Y salí a fondo, como gato quemado. Cuando llegamos a la primera curva, Diego levantaba el brazo buscando la manija para agarrarse; no hay manija”, rememoró Oscar Aventín.
Y completó el relato de aquella vuelta en el Juan y Oscar Gálvez: “En el curvón Salotto, se ve el edificio que levantaron para sacar los registros en la Ciudad de Buenos Aires. En ese lugar no se ve la pista, sino solamente el edificio. Íbamos a 260 kilómetros, y el pensó que íbamos a seguir de largo. Otra vez buscaba desesperado la manija y se agarró de la butaca. Lo miré para decirle que estaba todo bien y tenía los ojos gigantes, estaba desaforado. Cuando nos bajamos del auto no paraba de hablar. ‘Cómo puede ser que estos autos anden así. Yo creía que manejaba bien’. Se quedó hasta las nueve de la noche en el autódromo. Ese día gané y vino al podio conmigo. Nunca me ovacionaron tanto en mi vida”.
El libro que les rinde homenaje a los Aventín
Oscar -del 26 de diciembre de 1946- y Antonio -8 de septiembre de 1950- nacieron en la Maternidad Sardá de la Capital Federal, pero de chico se fueron a vivir a Morón. En el libro se refleja que sus padres -Antonio y María- los llamaron Oscar y Antonio Juan en honor a los hermanos Oscar y Juan Gálvez, los ídolos de ese entonces.
Ya en Morón, Don Antonio, “compró el terreno y edificó un chalecito en Monte 2443, a una cuadra de donde está hoy el Shopping Plaza Oeste”, cuenta el libro. Y aporta que “cursaron la primaria en la escuela número 15 de Avenida Vergara, y luego pasaron a la 1 en San Martín y Pellegrini”.
En 206 páginas, la publicación recorre la trayectoria de los tres pilotos. Tony fue el primer campeón que tuvo Dodge en el TC, con el título ganado en el torneo de 1980/81. El Puma se coronó con Falcon en 1991 y 1992 –“y el tercero no lo quise ganar”, según contó una de las historias que tiene el libro-. Y Diego, el hijo de Oscar, se coronó en 2013 también con Ford. Entre los tres suman 51 victorias: 24 de Oscar, 11 de Tony y 16 de Diego.
El libro tiene 13 capítulos: “El arranque”, “Calentando motores”, “¡A fondo!”, “Tiempos dorados – la consagración de Tony: primer campeón con Dodge”, “Hermanos”, “Vamos por más”, “1991 y 1992: rugiendo el bicampeonato”, “Picantes del Puma”, “ACTC”, “Diego”, “Los pesados”, “Palabra de hacedores” y “Gratitudes”, los cuales no solo desandan la trayectoria deportiva sino que repasan la parte dirigencial de la familia, con el Puma como presidente de la ACTC entre 2002 y 2013.
“Esas emociones rugidas entre tinta, voces e imágenes que le dieron sentido a la historia del Turismo Carretera de la República Argentina y aquí les compartimos al compás de los latidos de Los Aventín. Una dinastía familiar que logró una marca única de parir a Tres Campeones de una misma cuna”, cierra el prólogo del libro.