Así está hoy Darío Siviski, figura de un San Lorenzo icónico que estuvo al borde de la muerte y fue socio de Maradona
Nacido en Avellaneda y surgido futbolísticamente de Temperley, el Ruso fue emblema del Ciclón de finales de los 80, de equipos combativos y rodeados de problemas dirigenciales. Cómo logró recuperarse.

Darío Siviski, aquel mediocampista de un San Lorenzo muy recordado por sus hinchas.
Las pasó todas Darío Siviski. Se destacó en Temperley, fue ídolo en San Lorenzo, jugó hasta en Japón y en la Selección, y fuera del mundo del fútbol también ha coleccionado vivencias: supo ser socio de Diego Armando Maradona y una bacteria casi le causa la muerte en 2023. Símbolo de una década del 80 que genera nostalgia entre los futboleros, su apodo y su apellido todavía resuenan…
Los inicios del Ruso Siviski en Temperley
Darío Siviski nació el 20 de diciembre de 1962 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Criado en Gerli, sus comienzos fueron también en la zona sur del Conurbano: después de una prueba fallida en River, el club Temperley fue su casa desde Inferiores hasta el debut en Primera.
Transcurría 1981 y Siviski, o el Ruso como se lo apodó por su apellido, se consolidó rápido entre los mayores y fue uno de los volantes del Gasolero que, al año siguiente, logró un festejado ascenso a Primera: de la mano del entrenador Carlos Pachamé, derrotó a Atlanta en la cancha de Huracán, en una final definida por penales, y subió a lo más alto del fútbol argentino.

Con un paso intermedio por Toluca, en México, Darío Siviski completó cuatro temporadas en Temperley: su continuidad en buen nivel lo hizo pasar a uno de los grandes del fútbol argentino, San Lorenzo. Ahí también sería parte de la historia…
Darío Siviski, ícono del San Lorenzo de los Milagros
El Ruso llegó a un Ciclón jaqueado: con muchos problemas económicos y sin cancha luego de perder el icónico estadio de Avenida La Plata, el club tenía un plantel con muchos chicos y con jugadores de bajo perfil (cualquier similitud con la actualidad tal vez sea algo más que una coincidencia…). Todas aquella limitaciones no fueron un impedimento para Darío Siviski y compañía.

A aquel equipo se lo denominó “Los Camboyanos”: con alto espíritu de pelea y bajos recursos, San Lorenzo de todas formas logró competir y ganar partidos importantes. El mejor momento fue en la Copa Libertadores 1988: el Ciclón, con Siviski en el plantel, llegó a semifinales del torneo, donde fue eliminado por Newell’s Old Boys (los rosarinos perderían luego la final del campeonato continental).
De tanto destacarse en el Ciclón, al Ruso le llegó una chance en la Selección: Carlos Salvador Bilardo lo convocó para iniciar un recambio generacional y tomar la posta de algunos de los que habían sido campeones mundiales en México 1986.
El resto de la carrera de Siviski, tras su paso por San Lorenzo que lo catapultó al corazón del hincha cuervo, fue bastante exótico: jugó en Suiza, volvió al país para estar en Independiente y Estudiantes de La Plata, y recaló en ¡el Avispa Fukuoka de Japón! Una rareza total… Terminó retirándose en su querido Temperley.
Una bacteria casi fatal
La vida de Siviski siguió y sigue ligada al fútbol, armando escuelas y centros de entrenamiento para jugadores jóvenes. En uno de sus proyectos, incluso, tuvo como socio ni más ni menos que a Diego Maradona: el Diez, que lo conocía de su breve tránsito por la Selección, se acercó como inversor e imagen junto a uno de sus hermanos.

Como le ha sucedido a tantos ex futbolistas, no todas fueron buenas para Darío después de su alejamiento de las canchas. En 2023, incluso, estuvo luchando para esquivar la muerte. Siviski comenzó a sufrir dolores por una picadura de mosquito, que se fue agravando hasta tener mucho dolor de espalda y ataques de fiebre. El punto de quiebre fue cuando los médicos del hospital Lucio Meléndez, en Adrogué, detectaron líquido en uno de sus pulmones: su vida corría peligro.
A Siviski lo operaron de urgencia y pudo salir, justo a tiempo antes de que la bacteria se expandiera. Con ese alivio, el Ruso fue retomando su vida habitual. Fue otra más de sus batallas, como las del San Lorenzo de los milagros, la del Temperley del Ascenso o la de todos los clubes que supieron de su esfuerzo irrenunciable.







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