El cierre de la Librería del Norte, un ícono de Olivos: por qué baja su persiana después de 66 años de historia
Carlos Crozza, el dueño del espacio, cumplió 90 años y tomó una decisión que no tiene marcha atrás. «Tengo muchos sentimientos encontrados. Acá hay anécdotas como para escribir un libro», dijo risueño.
Carlos Crozza y su mítica Librería del Norte, en Olivos, en Vicente López forman parte de una tradición que cada vez es más difícil de hallar. En tiempos de grandes cadenas, donde los clientes son recibidos con stands repletos de novedades y la búsqueda de los libros se hace a través de un sistema digital, son cada vez menos los espacios atendidos por libreros de pura cepa.
Y, desafortunadamente para sus clientes, la Librería del Norte también dejará de ser una de esos entrañables locales en los que el olor de los libros antiguos, el poco -pero acogedor- espacio y la privilegiada memoria de sus propietarios lograban una personalidad inigualable. En este caso, Carlos cierra las puertas de su emblemático comercio con 90 años de edad y 66 como librero.
«Gracias a esta librería formé familia y un hogar. Me dio muchas satisfacciones», contó Crozza a Télam. El librero tuvo cuatro hijos pero eso no bastó para que continúe el legado del comercio. «Nunca surgió. Tampoco debería cargarlos a ellos con una cosa que a lo mejor no querían”, agregó el librero.
Por qué cierra sus puertas la Librería del Norte
En un contexto económico cada vez más complicado, es al menos una buena noticia que Carlos Crozza no decida bajar la persiana de un local económico por cuestiones financieras. Todo lo contrario. Simplemente se trata de un ciclo cumplido que, obviamente, genera «sentimientos encontrados».
“Como tuve amigos y hermanas que se han ido de pronto, no quiero que me pase lo mismo sin haber disfrutado un poco con la familia”, explica convencido. Y agrega: “Pensé en pasar los años que me quedan de vida tranquilo, sin obligaciones y sin horarios”.
La librería alberga desde hace 27 años literatura en general: hay libros de arte, filosofía, psicología y pedagogía, negocios, biografías. También de yoga, historia, música y etnología. Algunos de los títulos exhibidos son Bongo de José Pablo Feinman, Renacida de Susan Sontag, Caras de la muerte de Byung Chul Han y Sálvese quien pueda de Andrés Oppenheimer. Estos ejemplares conviven con ediciones viejas de editoriales como Losada, de Zorro Rojo y de Corregidor.
Nada del amplio catálogo de la librería está digitalizado. Toda la información está en la cabeza de Crozza, que sabe en qué rincón de la librería está ubicado cada título que le piden. Y aunque la decisión de que cerrar el lugar ya esté tomada, el histórico librero reconoce que esa memoria privilegiada todavía le está «funcionando bien».
Las anécdotas de la Librería del Norte
Desde los primeros años de la librería cuando funcionaba en una galería del barrio de Olivos llamada Galería Mahipa hasta el día que en pleno Rodrigazo «toda la gente estaba comprando todas las obras más caras, como si fuera el fin del mundo y tuvieran que aprovechar”, son cientos las anécdotas que recuerda Crozza de su amada librería.
Entre las más destacadas, recuerda cuando ganó un premio a la mejor vidriera, organizado por Eudeba. Es que las vidrieras no se organizan así como así. Todo tiene un sentido y a Crozza -admite- le gustaba «ser picante». Por eso, a veces solía elegir libros de política que tengan que ver con algún hecho del momento. «Los libros son disparadores de debate. Gracias a Dios», dice.
Finalmente, también rememora el día en el que un cliente le fue a hacer una consulta un tanto curiosa. «¿Cuánto mide ‘El pasado argentino’?» (un libro sobre historia argentina), le consultaron a Crozza. El librero solo sabía que se trataba de un libro gordo y no podía dar una respuesta exacta. Pero se ocupó de ir a todas las editoriales para buscar esa edición con un metro en la mano. Hasta que la pudo medir y la vendió. «El señor quería ver si le entraba en su biblioteca”, dice entre risas.
Y cierra, tras leer emocionado la sentida carta que le entregó una pareja de clientes: «Hay muchísimas anécdotas. Como para escribir un libro».
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