Qué es de la vida del Beto Carranza, el crack que tuvo que cortarse el pelo para jugar en la Selección
Debutó en Racing, ayudó a cortar la sequía de Boca en 1992, jugó para cuatro de los cinco grandes, Daniel Passarella lo mandó a la peluquería y terminó en Almirante Brown. Hoy representa jugadores.
Como futbolista, el Beto Carranza fue un privilegiado. Porque llegó a Primera, porque integró equipos notables, porque fue campeón. Y además porque se dio el lujo de ser uno de los pocos en conocer los vestuarios más importantes del país: jugó para Racing, Boca, Independiente y San Lorenzo. Lo que se dice, una carrera a lo grande.
El Beto Carranza: de Quilmes a un arranque académico
El Beto Carranza, Trapito como fue apodado más adelante en las crónicas periodísticas por su físico esmirriado, nació en Quilmes el 15 de junio de 1972. La Zona Sur fue también su cuna futbolística: a los 13 años llegó a Racing y comenzó a crecer en las Inferiores académicas.
No solo de Racing se fijaron en él: el Beto de a poco comenzó a ser citado también a las selecciones juveniles de Argentina. “Yo en Racing viví mucho. El club no estaba bien, pero me dio la oportunidad de formarme, de hacerme conocido”, recuerda con cariño Carranza.
Su debut en la Academia fue en 1991, con 19 años, bajo la dirección técnica de Roberto Alfredo Perfumo, un ídolo de la institución. Con apenas 50 partidos cumplidos y varias actuaciones destacadas, al Beto Carranza le llegó en 1992 una oferta que no dudó en aceptar…
Boca, el gran sueño
El Xeneize venía de un duro golpe en 1991: pese a haberse quedado con uno de los torneos cortos del año, perdió la final ante Newell’s y no pudo consagrarse oficialmente campeón. La espina del certamen local llevaba 11 años clavada en el corazón boquense: el último título había sido el Metropolitano de 1981, de la mano de Diego Armando Maradona y Miguel Ángel Brindisi.
La llegada del Beto Carranza, todavía un pibe, se dio a un equipo plagado de nombres pesados: Carlos Navarro Montoya, Alberto Márcico, Blas Giunta, Sergio Martínez, Juan Simón… Él, a pesar de su juventud, logró hacerse un lugar y ser importante para un elenco que dirigía el uruguayo Oscar Washington Tabárez.
Pese a ser suplente, Trapito participó en 14 encuentros en aquel torneo y convirtió un gol clave, agónico, en la victoria por 1-0 como visitante ante Argentinos Juniors. Conectó de cabeza una pelota que le bajó el paraguayo Roberto Cabañas y lo festejó en el alambrado de la tribuna de Martín de Gainza, pegado a los hinchas que esa tarde de octubre hicieron crujir los tablones de la cancha de Ferro.
A pura gambeta y velocidad, Carranza fue uno de los primeros recambios para un equipo que quedó en la historia: tras mucho sufrimiento, aquel Boca del Maestro se quedó con el Apertura 1992 y quebró la racha.
Beto Carranza de Selección
Carranza continuó en Boca alternando buenas y malas. Con la llegada de César Luis Menotti, amante de los delanteros escurridizos como él, retomó su mejor nivel y en ese 1994 hasta volvió a vestirse de Selección: Daniel Alberto Passarella lo convocó para unos amistosos. Eso sí: tuvo que recortarse su larga cabellera por estricto pedido del Kaiser.
Su llama se fue apagando en Boca y el Beto Carranza recaló en otros dos grandes en continuado: primero retornó a Avellaneda para defender la camiseta de Independiente y, luego, pasó a San Lorenzo. Póker… En el Ciclón tuvo mala fortuna: en un clásico ante Huracán que se ganaba 1-0 con gol suyo, sufrió una dura lesión. Así, tras un año parado, se convirtió en un trashumante del fútbol.
Veracruz de México, Estudiantes de la Plata, Universitario de Perú, Dundee de Escocia y Guaraní de Paraguay… El Beto Carranza recorrió el mundo atrás de la pelota. Finalizó su carrera en el ascenso argentino, con pasos por Quilmes, Alumni de Villa María y Almirante Brown.
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Quizá el cierre de su carrera no se condice con la grandeza de sus inicios: cuatro grandes sobre cinco. En la actualidad trabaja como representante de futbolistas. Aunque no maneja la carrera de ningún fenómeno ni está salvado para siempre, el Beto Carranza puede darse el lujo de chapear con un currículum que más de uno envidia.