Se crió en Lanús, trabajó hasta de pintor y como sommelier recorrió el mundo: hoy es empleado del Emir de Qatar
Max Ortíz (40) había vivido hace más de 10 años en el país árabe y padeció esa experiencia, pero una oportunidad laboral lo llevó nuevamente a esas tierras y hoy disfruta de un momento único. Su historia de perseverancia.
Max Ortíz se crió en Lanús pero su trabajo lo llevó por todo el mundo. Con 40 años, supo desarrollar una carrera como sommelier de vinos que lo tuvo viviendo en Nueva Zelanda, Chile, Uruguay, México, Italia y Qatar. Justamente, en el país árabe, reconoció haber padecido la experiencia y juró que nunca iba a volver, pero una oportunidad laboral lo llevó nuevamente allí y hoy disfruta, asegurando que el país lo sorprendió gratamente.
La historia de este hombre oriundo del Conurbano es, como la de muchos, una historia de sacrificio. A los 14 años se fue de su casa y debió crecer de golpe: desde allí no paró de trabajar. «Qué hice? De todo. Fui pintor, obrero, trabajé en un lavadero de autos, en una veterinaria, vendí libros, fui promotor de una línea aérea y también fui relaciones públicas del boliche Golden», relató´.
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Y agregó: «Hasta que el hermano de un amigo mío que trabajaba de mesero en eventos me dijo que mandara mis referencias a una reclutadora de personal y a los 20 empecé a trabajar como camarero en el Hotel Alvear, y aunque no sabía ni agarrar una bandeja dije ‘bueno, esto está bien’”, expresó.
En aquella época, Max reveló que trabajaba entre 16 y 20 horas por día y se cambiaba hasta tres veces el uniforme, pero no faltó nunca a su trabajo en tres años porque sabía que la clave era la constancia. «Me molestaba no saber, entonces vivía atento y prestaba atención al que sabía. Si encima el que sabía me quería contar cómo era, si me explicaba, mucho mejor, porque yo siempre tuve facilidad para aprender. Así fue que siempre me adelantaba a las cosas. Adonde iba yo aprendía algo porque veía todo, observaba, escuchaba”, destacó.
Así, con el tiempo, aprendió el oficio de sommelier. «Nunca me propuse hacer esto, lo aprendí hace un par de años cuando de Buenos Aires me fui a Uruguay a trabajar por tres meses para una familia muy rica de Noruega y terminé quedándome por cinco años. Aprendí todo a la fuerza, a los golpes, y me di cuenta que no hace falta sobresalir, sino hacer las cosas bien», contó.
La oportunidad del oriundo de Lanús en Qatar
En noviembre de 2020, en plena pandemia del Covid-19, el oficio de sommelier se veía afectado por el cierre de locales y de cavas. Max admitió haberse desesperado en ese momento. Y decidió irse a México a probar suerte al aprovechar que un amigo se casaba allí. «A mí en Buenos Aires me estaba yendo bien, yo vendía vinos, pero sentía que eso se iba a terminar, que yo tenía que anticiparme a otra cosa. Entonces me fui sin nada y a las dos semanas conseguí trabajo en Los Cabos, un lugar increíble», explicó.
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Trabajando en el Baja Med & Sunset Monalisa, uno de los restaurantes más icónicos de Los Cabos donde, entre otras cosas, batió récords de ventas y de maridajes, y terminó siendo reconocido mundialmente. Sin embargo, la vida le abrió otro camino. «Un día el director del lugar (el mixólogo italiano Tiziano Tasso) me dijo ‘che, Max, creo que ya cumplí mi tiempo acá, ya hice todo, me voy a trabajar a Qatar’».
Y completó: «Yo creí que era joda, pero no, me dijo que por fin tendría la posibilidad de hacer lo que siempre había querido, que era dirigir un lugar grande. Entonces le dije que bueno, que si era lo que deseaba estaba bien. El tema es que me dijo: ‘Y vos te venís conmigo’. Imaginate, yo no sabía qué decirle. Al mes y medio me llamaron, después tuve una entrevista y bueno, trabajé durante un año acá. La experiencia fue increíble pero juré que no iba a volver”.
Max ya había estado en el pequeño país del Golfo Pérsico una década antes. Y la experiencia no había resultado agradable. «Esto que ves acá hoy y que te impresiona, hace 10 años no existía. Y no te hablo del hotel, te hablo de Lusail, la ciudad. No había bus, no había metro, en la calle había dos tipos de policía, la normal y la religiosa que, por ejemplo, te podía deportar en el momento principalmente por el tema de las demostraciones de afecto en público. Cuando vine hicimos lo que teníamos que hacer, abrimos un hotel chiquitito que todavía existe, se llama Subara, pasé un año en el que dije ¿qué estoy haciendo acá?, tenía que pedir permiso para todo y no la pasé bien”, recordó.
Hoy, el oriundo de Lanús trabaja como sommelier jefe en el restaurante L’Artisan, en la lujosa torre Raffles Doha, propiedad de Tamim bin Hamad Al Thani, el Emir de Qatar.
Y sobre su experiencia en el país, detalló: «En 10 años el país hizo un cambio rotundo. El transporte público es impresionante, la tranquilidad con la que se vive te permite no estar en estado de alerta permanente y poner toda tu energía en lo que tenés o querés hacer. Acá no hay inflación, la gente no tiene problemas económicos o no le pasa que no llega a fin de mes. Acá vos sabés que si hacés las cosas bien, te va bien, y si hacés las cosas mal, tenés consecuencias”.
Además, admitió, tuvo un peso muy importante en su decisión el Mundial de Qatar, porque él quería ver los partidos de la Selección Argentina y hoy disfruta mucho: «Trabajo de lo que me gusta, en un rol importante y puedo ir a ver los partidos».
Ser sommelier en el hotel del Emir de Qatar
Max está a cargo del restaurante y del edificio del Emir. «Muchas veces pasa que nos llaman y avisan que está viniendo él, que es la máxima autoridad del país. Este edificio, en definitiva, es de él. Katara Towers es un complejo de dos torres que arquitectónicamente se destaca por su forma de medialuna. Una se llama Fairmont, que en este momento es exclusivo para personal de la FIFA y Raffles Lusail, que es donde estamos nosotros».
Y agregó: «Es increíble porque es un tipo normal. Para la gente de acá es una deidad al punto de que, por ejemplo, cuando viene, los comensales que están en otras mesas se levantan y se van en señal de respeto. Por supuesto que sabe que soy argentino, conoce mi nombre y el de muchos de los que trabajamos acá, y obviamente que hay un respeto absoluto a su figura y a la de su esposa. Es muy amable, se interesa por cómo se hacen las cosas y se involucra».
Por otro lado, señaló los pequeños detalles de cómo es atenderlo. «Hay que saber protocolo, por supuesto. Lo que hay que hacer o lo que no, como no gesticular demasiado. Se sabe que con la mujer uno no puede pretender tener un trato directo, que por la mañana toman té o café y que cuando quieren más hacen un movimiento particular con la taza o levantan el dedo… Son pequeñas cosas que hay que saber para dar la atención que corresponde. Son experiencias únicas que me nutren constantemente”.
El objetivo de todas sus aventuras
Max tiene una hija de 12 años, Melanie, que vive en Buenos Aires. Aunque se separó de la madre hace 11 años, se emociona por el rol de importancia que le da a él en la vida de la chica: por ejemplo, cuando ella tiene que salir con amigos y pide permiso para hacerlo, la mujer le dice que debe consultarle a él. Su principal ilusión es reencontrarse con ella.
«Yo no quiero ser el mejor sommelier de la Argentina ni ganar concursos ni romper récords (todo eso le ocurrió), no. Yo quiero trabajar y que las cosas salgan bien porque mi objetivo en la vida es reunirme con mi hija. Quiero hacer todo lo que pueda hacer para que cuando llegue ese momento no tenga que trabajar para nadie y solo tenga que decidir cómo vamos a disfrutar el tiempo», manifestó.
“Yo no soy ejemplo de nada pero, si pudiera elegir, cambio todo lo que gané por estar con mi hija. Mientras tanto he cumplido muchos sueños, como el de ir a la universidad a los 33 años, recibirme en Administración de Empresas y aplicar en mi trabajo todo lo que aprendí”, cerró el hombre que a lo largo de esta experiencia como un trotamundos aprendió a hablar cuatro idiomas: además del español, sabe inglés, francés e italiano y de a poco empieza a animarse con el árabe para mejorar su comunicación en Qatar. Autodidacta, se transformó y tal como lo aplica en su filosofía de vida, va por más.