A 44 años de Argentina campeón mundial del 78: el día que Ubaldo Fillol vio a Cristo en la cancha de River
El Pato fue protagonista de una de las imágenes más icónicas de la primera Copa del Mundo ganada por la Selección. Y está convencido de haber visto a Jesús antes del llamado “Abrazo del Alma”. La historia.
Cuando llegó a Quilmes, procedente de San Miguel del Monte, era difícil imaginar que Ubaldo Fillol -ese muchacho de manos grandes, andar chueco, reacciones increíbles y decir pausado- se convertiría en el arquero más influyente del seleccionado argentino y el responsable de atajadas que, justo hoy hace 44 años, contribuyeron a lograr la primera Copa del Mundo en la cancha de River.
Uno de los máximos orgullos quilmeños es que dos futbolistas con origen profesional en el club, Fillol y Ricardo Daniel Bertoni, estuvieron aquel domingo nublado del 25 de junio de 1978 en la final ante Países Bajos, en un embarrado campo de River. Y los dos fueron actores decisivos en la conquista, de área a área.
Los comienzos de Ubaldo Fillol en Quilmes
Ubaldo Matildo Fillol se crió en una localidad del interior bonaerense, situada a poco más de 100 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La cancha donde empezó a jugar hoy lleva su nombre. Él, agradecido, siempre recuerda que el cocinero de una parrilla de la zona, donde ayudaba para arrimar unos pesos al humilde hogar familiar, le arrojaba los corchos de las botellas ya vacías. Así empezó a desarrollar su formidable capacidad de respuesta, única, incomparable.
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“Yo era el más chico de 4 hermanos, todos trabajábamos y estudiábamos para ayudar a la familia. Fui ayudante y mozo en el bar La Enramada de Monte, pinté casas rodantes en Quilmes, y en la panadería Garibaldi, donde iba de madrugada, me trataban de maravillas”, narró el Pato sobre sus primeros años.
Esos formidables reflejos del Pato impidieron que Johnny Rep adelantara a los holandeses en el primer tiempo de la match definitorio del Mundial 78. El delantero recibió una pelota dentro del área y le pegó de sobrepique, casi desde el punto penal, provocando una de las mejores intervenciones del 5 argentino, así numerado para respetar el orden alfabético de la nómina.
Al término de ese período inicial, con la Selección 1-0 arriba gracias al primer gol de Mario Alberto Kempes, Fillol volvió a ser protagonista de una salvada milagrosa: abriendo sus extremidades inferiores, como si fuera un bailarín clásico, logró tapar un remate de Rob Rensenbrink, el veloz wing izquierdo visitante, el mismo que sobre la hora estrelló un zurdazo contra el palo.
Luego de una fase de grupos difícil, en la cual recibió goles ante Hungría, Francia e Italia, el Pato bajó la persiana de su valla en la segunda ronda del torneo. En el arranque, contra Polonia, le detuvo un penal al polaco Kazimierz Deyna (victoria 2-0). En el segundo encuentro fue clave para resolver algunas peligrosas llegadas de los brasileños (igualdad 0-0). Tuvo poco requerimiento en el recordado partido frente a Perú (triunfo 6-0) que significó la clasificación a la final.
Cuando el árbitro italiano Sergio Gonella pitó el final del partido contra Países Bajos se desató un festejo desenfrenado en cada rincón del Estadio Monumental y en todo el país. Pero hubo un pequeño espacio en el césped de la cancha de River que quedó inmortalizado por la lente del fotógrafo Ricardo Alfieri, de la Revista El Gráfico: el Pato Fillol y Alberto Tarantini, arrodillados, se unen en el festejo. Y llega a su encuentro un joven sin brazos, con las mangas de su sweater vacías pero la intención clara de llegar hasta ellos para compartir la alegría. Se llama Víctor Dell’Aquila y es de Quilmes. Esa foto, estremecedora, llevó el nombre de El Abrazo del Alma que le puso Ernesto Cherquis Bialo, entonces director de El Gráfico. Según Fillol, segundos antes de esa polaroid inolvidable, vio a Cristo.
“Fue el momento previo al abrazo del alma con el Conejo Tarantini y Víctor Dell’Aquila. Yo estaba solo. Termina la final, salimos campeones, se me aflojan las piernas, caigo arrodillado, cruzo mis manos, agacho mi cabeza y… se me aparece una imagen. Y fue lo más lindo, lo más hermoso y lo más fuerte que me pasó en mi vida. Todo el mundo desconoce eso, ahí empieza el abrazo del alma. Hay un diálogo, una imagen. Era Jesucristo. Tremendo. No sé en qué tiempo sucedió esa cosa maravillosa, pero sucedió. Y ahí vino el abrazo del alma, una foto hermosísima, pero no una simple foto, sino un testimonio de un momento muy especial de mi vida”, contó el arquero.
La religión atraviesa muchos de los pensamientos y reflexiones de Fillol. Tan creyente es que afirmó que los seis goles que le convirtieron el día de su debut como profesional en Quilmes fue un mandato divino. “Es algo que Dios puso en mi camino, una cosa del destino”, sostuvo.
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“Yo lo recuerdo como un día maravilloso. Me fueron a buscar a la pensión, donde vivía solito, fuimos almorzar al restaurante El Ciervo. Yo jugaba en la Quinta y el técnico interino, Florencio Doval, que me conocía de las inferiores, me preguntó si había dormido bien y si me animaba a jugar en Primera. Me agarró de sopetón: no podía contárselo a mi familia, no había teléfono, pero le dije que sí. Y jugué. Y perdimos 6 a 3 contra Huracán, en cancha de Boca. Fue doloroso, mi primera adversidad en el fútbol, el primer obstáculo a superar. Pero pedí revancha al nuevo técnico, Carmelo Faraone; mi atrevimiento le gustó y me dio otra chance. Mi ilusión estaba intacta”, refrendó Fillol.
El estreno del Pato Fillol en una Copa del Mundo
La historia mundialista de Fillol había comenzado cuatro años antes, en Gelsenkirchen. Con ambos equipos ya sin chances de acceder a las semi, Argentina -en épocas de Muro de Berlín todavía erguido- enfrentó a la República Democrática de Alemania. El cuerpo técnico de nuestra Selección le dio una chance al Pato, tercer portero del plantel detrás de Daniel Alberto Carnevali y Miguel Ángel Santoro. Fue empate 1-1, con gol de la gran aparición de aquella Copa: René Orlando Houseman.
Fillol sumó una tercera participación mundialista en España 82. Él y sus compañeros no alcanzaron el mismo rendimiento que en casa y las derrotas ante Italia (2-1) y Brasil (3-1) privaron al equipo de César Luis Menotti de defender el título obtenido, cuatro años antes, en el estadio de River.
Ya con Carlos Salvador Bilardo al mando del seleccionado, el Pato siguió firme bajo los palos. Estuvo en las recordadas Eliminatorias para México 86 y fue importante en los últimos minutos del dramático choque con Perú. Una volada suya impidió que Julio César Uribe convirtiera, ya en el descuento, el 3-2 para los rojiblancos.
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En una medida sorpresiva, cuestionada por la prensa, Bilardo dejó fuera de la lista de convocados al Pato y le quitó, así, la ilusión de un cuarto Mundial. Nery Pumpido, Luis Islas y Héctor Zelada fueron los arqueros del campeón.
El Pato Fillol, valorado aquí y en el exterior
En paralelo con su brillante campaña de Selección, Fillol cumplió una extensa y destacadísima carrera en clubes durante más de dos décadas. Tras el debut con Quilmes, en 1969, se mudó cerca, a Avellaneda. Racing reparó en sus grandes condiciones físicas y le confió el arco en 1972, pese a su juventud. Al año siguiente pasó a River, donde alcanzó picos altísimos.
Peleado con la dirigencia, en especial con el presidente Rafael Aragón Cabrera, emigró a Argentinos Juniors. Sumó más lustre a su chapa en Brasil y España con los poderoso Flamengo y Atlético Madrid, antes de regresar al país para salir campeón en Racing de la Supercopa 88 y despedirse, con todos los honores, en Vélez.