Locomotora Castro, campeón de la vida: ayuda a 600 personas en su gimnasio de Temperley
El ex boxeador demuestra su faceta solidaria en la pandemia: abrió las puertas del centro de entrenamiento que maneja con el propósito de realizar ollas populares, colectas y donaciones para la gente humilde de la zona.
En 1994, Jorge Locomotora Castro tocó el cielo con las manos. O con los puños, mejor dicho: luego de derrotar a Reggie Johnson en Tucumán, se consagró campeón mundial de los pesos medianos de la Asociación Mundial de Boxeo. Criado en los rigores climáticos de Caleta Olivia, después de una infancia dura y conocedor de los golpes de la vida, llegó a lo más alto que un boxeador puede aspirar, pero nunca se olvidó de sus raíces. Es por eso que hoy el Roña sigue dando pelea: desde su gimnasio en Temperley, Lomas de Zamora, ayuda a casi 600 personas para sobrellevar los duros momentos de pandemia.
Ubicado en Eva Perón al 4700, el gimnasio de Locomotora Castro no pudo estar operativo cuando comenzaron las restricciones por el Covid-19. Es por eso que decidió, para aprovechar su espacio, ayudar a la comunidad en una de las zonas más marginadas del Sur bonaerense: «Para la gente del Centro está todo lindo, pero hay que mirar a los costados también».
El proyecto solidario de Locomotora Castro
El gimnasio, con los protocolos correspondientes, da actualmente clases, las cuales son comandadas por el mismo Locomotora Castro. El rol solidario del lugar se extiende durante toda la semana.
Los martes y viernes, cerca del ring, las bolsas de boxeo y algunas pesas, se realizan ollas populares para aquellos que quieran arrimarse a buscar un plato de comida. El miércoles, el Roña y compañía reparten algo de los alimentos no perecederos que los vecinos donan; mientras que el jueves entregan ropa del mismo origen. Y el sábado, día de mayor concurrencia, entregan bolsones de alimentos que actualmente reciben desde el Mercado Central.
No solo la gente de Lomas de Zamora acude al comedor de Locomotora Castro. Además, llegan vecinos de partidos linderos como Quilmes, Lanús o Almirante Brown. En palabras del ex boxeador, «los sábados se arman hasta seis cuadras de cola».
Aparte de la función benéfica con el resto de los vecinos, el Roña (próximo a los 54 años, bastante más delgado que en su última etapa de competidor) también apunta al papel integrador de la actividad física. Convencido de que atraer jóvenes ayuda a apartarlos de la delincuencia, el ex boxeador asegura: «El deporte te saca de toda la mala junta. Yo lo hice, yo practiqué y llegué a la cima del mundo: les digo a los más chicos que ellos también vengan a intentarlo».
Locomotora Castro y la Mano de Dios
El Roña llegó a lo más alto en 1994, pero su verdadera noche de gloria fue unos meses después, en diciembre de aquel año. Ya con el título en su poder, el patagónico decidió unificar el cinturón contra John Jackson, campeón de la WBO y la WBA. Por eso se enfrentaron en Monterrey, México.
Todo iba mal para Locomotora Castro esa noche. Su rival lo puso contra las cuerdas desde el segundo round y en el octavo asalto, viendo los cortes en los párpados y la cantidad de sangre en su rostro, el árbitro pidió parar la pelea y declarar al estadounidense como vencedor. «Dele el round del campeón», le pidieron desde el rincón de Castro. Y por suerte se lo dio…
Tambaleando y casi sin visión, Locomotora Castro acertó un izquierdazo al mentón de su rival y lo tiró: Jackson cayó casi sin reacción. Logró levantarse, pero el árbitro sudafricano Stanley Christodoulou -el mismo de la épica batalla de Víctor Galíndez contra Richie Kates en 1976- inmediatamente se dio cuenta de que el golpe había sido demasiado: Castro se quedó con el cinturón unificado.
Futbolero y muy hincha de Boca, el Roña no dudó cuando le preguntaron cómo ganó esa pelea: «Fue la Mano de Dios».