Carlos Balá, el hincha que volvió famoso a Chacarita en su show de televisión, cumple 96 años
Recién fue a la cancha del Funebrero en 2018, cuando asistió a la inauguración de un mural en su honor y recibió el carné de socio honorario. Un personaje muy querible y apto para todo público, autor de frases que integran el diccionario cotidiano.
Carlos Balá -el hombre que siempre encontraba motivo para hablar de Chacarita, más allá de la categoría donde jugara o la posición que ocupase- nunca había ido al estadio de su cuadro favorito. Recién concretó esa demorada visita en noviembre de 2018, cuando por iniciativa de la Comisión Directiva del club se inauguró un mural en su honor y se le entregó el carné que lo acredita como socio honorario de la institución.
Podría decirse, en consecuencia, que Balá conoció la cancha de grande. Aunque escuchando a este hombre que hoy cumple 96 años, viendo su ánimo siempre alegre, correspondería afirmar que lo hizo como un pibe ya crecidito. En cualquier caso, él sabará aceptar la broma.
Carlos Balá, una vida sobre tablas
Hijo de padre libanés y madre croata, su verdadero nombre es Carlos Salim Balaá. Adoptó el Carlos Balá cuando ya se había consolidado en el ambiente artístico, pese a la resistencia inicial de su familia y después de haber usado otros seudónimos (por ejemplo, Carlos Valdez).
Sus primeras performances fueron a bordo de unidades de la línea de colectivos 39, cuya estación terminal se encuentra cerca de la casa de calle Olleros donde se crió. Casualmente, o tal vez no, hoy esa zona constituye uno de los principales centros de la producción audiovisual en la ciudad de Buenos Aires.
Desde la década del 50, siempre con el humor como aliado, incursionó en radio y teatro. En los años 60 pegó al salto a las pantallas de cine y televisión. En los 70 se animó con la música, sin repetir el éxito de anteriores trabajos. Nunca perdió la oportunidad de meter un bocadillo sobre Chacarita, el club chico que caía simpático al margen de algún episodio de violencia protagonizado por sus hinchas más radicales.
Integró un destacado trío cómico en Radio El Mundo junto a Alberto Locati -protagonista luego de varios hechos de violencia domestica- y Jorge Marchesini. Los presentaba el locutor estrella de la época, Antonio Carrizo.
La consagración de Carlos Balá se produjo con la película «Canuto Cañete, conscripto del Siete», de 1963. En ese film, un Balá de 38 años, flequillo abundante y aspecto juvenil encarna a un joven de clase media, consentido en casa por mamá y sus hermanas, que de golpe afronta los rigores de la vida militar y el destrato de un impiadoso sargento Gómez (Romualdo Quiroga).
El Show de Carlos Balá
Luego de ese éxito le llovieron propuestas de una pujante televisión, con canales que competían entre sí por el favor de las crecientes audiencias. «El Show de Carlos Balá», a fines de los 60 y principio de los 60, marcó el pico de su popularidad. Tan grande era el suceso que durante los veranos hacía presentaciones en una Mar del Plata desbordada de turistas.
El humor de Balá, a diferencia del que por entonces empezaban a desplegar Alberto Olmedo y Jorge Porcel, era apto para toda la familia. Algunas de sus frases, infaltables en los sketchs, se volvieron icónicas de aquella época: «¿Qué gusto tiene la sal?», «Un kilo y dos pancitos», «Sumbudrule», «Señoras, señores y por qué no lactántricos», «Mirá como tiemblo» y muchas más.
Imperio, una de las pizzerías porteñas emblemáticas, eligió la imagen del ídolo televisivo para ornamentar su entrada, ahí donde termina la Avenida Corrientes, en pleno corazón de Chacarita.
Y cada tanto aparecía la mención a Chacarita, así saliera campeón metropolitano después de golear a River en Avellaneda o peleara en los últimos puestos para evitar el descenso. Siempre con orgullo y con esa sonrisa que todavía parece la de un pibe.