A 99 años de la visita de Albert Einstein a Argentina: por qué el mítico científico huyó por tres días y se recluyó en Llavallol
Entre el 5 y el 8 de abril de 1925, el sabio alemán llegó a los pagos de Lomas de Zamora escapando de la Capital Federal. Fue una visita inesperada y, casi un siglo después, llena de misterios y mitos que la rodean.
Los tiempos de la película Oppenheimer y sus siete premios Oscar ganados parecen haberse montado con el aniversario de la visita a Argentina de una de sus musas inspiradoras. Se trata de Albert Einstein el icónico científico del siglo XX que en marzo de 1925 llegó al país, y que en aquellos días se hizo un tiempo para una escapada a la entonces campiña rural de Llavallol, en lo que es hoy Lomas de Zamora.
Por entonces Albert Einstein -el genio alemán que fue el más grande científico de la época- tenía 46 años y su fama lo acompañaba en todo el mundo. Era una celebridad absoluta y había decidido realizar una gira por Sudamérica para descansar en Brasil, Uruguay y nuestro país.
Llegó al puerto de Buenos Aires el 25 marzo y apenas puso un pie en el asfalto porteño la ciudad se revolucionó. Las cenas, los encuentros sociales y las consultas científicas no paraban, eran frenéticas. Los homenajes tampoco. Tanta locura generó su presencia que el buenazo de don Albert dijo basta. Quiso descansar y para eso se fue a Llavallol, donde encontró la calma que había venido a buscar.
Los días de Albert Einstein en Llavallol
Llegó a los pagos del sur entre el 5 y el 8 de abril de 1925 (los historiadores locales no tienen una fecha exacta de concordancia y acuerdo) a una chacra ubicada en la calle Moldes y Néstor de la Peña, de la que no queda casi nada y fue convertida hoy en el Colegio La Milagrosa.
La zona era de quintas y callecitas arboladas, justamente lo que el físico necesitaba en medio de su abultada agenda, con citas en la Universidade de Buenos Aires, La Plata y Córdoba.
Para Einstein, quien cuatro años antes había ganado el Premio Nobel, la voracidad de la gran ciudad lo avasallaba. Así, en Llavallol lograba tener un relativo anonimato, tiempo para pensar y tocar el violín. En los diarios y cartas que conserva la Universidad Hebrea de Jerusalén, el físico afirmó haber encontrado allí «buen clima y un descanso maravilloso».
El encargado de llevar a Einstein a Llavallol fue un vecino llamado Agapito Otero, de los pocos que por esos años contaba con un vehículo propio, y que se las rebuscaba llevando y trayendo pasajeros desde la estación hasta las quintas del sudeste lomense.
El dueño de la casona donde pasó esos días de relax el alemán era Bruno Wasserman, un empresario del rubro papelero que ofició de anfitrión, no sólo con su morada de descanso en Lomas sino también con la mansión de Belgrano donde Einstein hacía base durante su gira porteña.
De aquel descanso en los pagos del sur es poco lo que se sabe, y hay más desmentidas que certezas. La más torpe de todas ellas es lo que podría considerarse hoy un fake news: una foto que muestra a Einstein y su esposa con una inscripción de fondo que reza «Llavallol Fútbol Club». La inscripción fue agregada a una imagen de la pareja con fondo blanco.
Otra foto lo muestra a Einstein tocando el violín en un lujoso salón que bien podría ser el de la quinta que habitó brevemente en Lomas. Eso dicen que dijo el boca a boca de los años entre los vecinos de Llavallol, peeero… La foto fue publicada en un largo artículo de National Geographic sobre la debilidad del sabio por tocar el violín (al suyo lo llamaba «Lina»). La imagen lleva crédito del New York Times, sin más referencias.
Otro mito urbano de Llavallol cuenta que un mayordomo de la mansión lomense tenía fotos de la época, pero fueron robadas mucho antes de que la tecnología permitiera preservarlas al menos en formato digital.
También, voces en el aire afirman que cada mañana frecuentaba el tambo que la familia Wasserman tenía en su extensa propiedad. El paréntesis en sus actividades oficiales igualmente lo tenía ocupado en pensar la conexión entre la gravitación y el electromagnetismo, según consta en sus diarios.
Lo concreto es que estuvo en Llavallol, y esa historia es, en los tours históricos por la ciudad, una parada obligada. Porque así como Sandro es de Valentín Alsina, Jorge Luis Borges de Adrogué o Cortázar de Banfield, Albert Einstein ya es parte de la historia de Llavallol.
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