Hace 25 años Oscar Ruggeri se retiró en Lanús: el día que hizo un gol y se fue de la cancha
En diciembre de 1997, el defensor multicampeón le puso punto final a su carrera cuando defendía la camiseta del Granate. Cómo fue aquel partido despedida en la Fortaleza de Cabrero y Guidi, en el que estuvo sólo 10 minutos.
Si alguien se pregunta cómo hace Oscar Alfredo Ruggeri para tener siempre a mano una anécdota que contar en sus incursiones audiovisuales, la primera respuesta es que fue protagonista de hitos inolvidables del fútbol argentino desde su debut en la Primera de Boca, con apenas 18 años, hasta el retiro con la camiseta de Lanús, hace ya un cuarto de siglo, el día que metió un gol de penal a los 10 minutos y decidió irse de la cancha, ovacionado por el público granate.
Los captadores boquenses ya habían escuchado referencias de un tal Ruggeri cuando lo vieron en Corral de Bustos, pequeño pueblo cordobés del que también había surgido un zaguero con estirpe xeneize: Miguel Alberto Nicolau. “Es metedor y aguerrido como el Flaco Nicolau. No patea tan fuerte, pero cabecea todo”, presentaban los lugareños a ese defensor fibroso, de rulos generosos y personalidad desbordante.
Campeón con Maradona
Otro símbolo del club, Antonio Ubaldo Rattin, le vio pasta y lo mandó a la cancha en el Metropolitano de 1980. En un Boca que andaba a los tumbos, Ruggeri se ganó un lugar a fuerza de empuje y ánimo. No salió más. Al año siguiente, ya con Silvio Marzolini en la dirección técnica, el Cabezón formó la dupla central junto con Roberto Mouzo. Eran el respaldo de un equipo que se destacaba por su poder ofensivo, como no podía ser de otra manera con Diego Armando Maradona y Miguel Ángel Brindisi en sus filas. Fueron campeones.
Aquel plantel lujoso, con otros históricos de la institución como el Loco Gatti, el Tano Pernía, el Chino Benítez y el Mono Perotti, tuvo un altísimo costo. Y las facturas empezaron a caer: atrasos en los pagos, reclamos de deudas, huelgas de profesionales, partidos con juveniles, carencias de variado tipo, hasta falta de camisetas… Un Ruggeri ya convertido en referente, pese a su juventud, era una de las voces más resonantes, junto con su amigo y también canterano Ricardo Alberto Gareca.
El conflicto se agudizó y, a fines de 1984, todo el fútbol argentino estaba pendiente de la resolución. Se terminó llegando a un trabajoso acuerdo que incluyó la cesión de Ruggeri y Gareca a River. Julio Jorge Olarticoechea y Carlos Daniel Tapia cruzaron la vereda en sentido inverso y vinieron a Boca. Al margen de la calidad futbolística del Vasco y el Chino, al hincha xeneize le quedó un rencor que aún perdura: a Ruggeri y Gareca se los considera traidores. También a Guillermo Cóppola, agente de ambos
Oscar Ruggeri, River y la Selección
Oscar le dio solidez a la defensa millonaria y fue uno de los baluartes del granítico esquema diseñado por Héctor Rodolfo Veira, que le permitió a River en 1986 consagrarse en el torneo local, la Copa Libertadores y, hasta ahora por única vez, en la Intercontinental (1-0 al Steaua Bucarest, de Rumania, en Japón). Con Nery Pumpido en la valla, el recio uruguayo Nelson Gutiérrez a su lado y un astuto Américo Gallego como volante central, formaron una defensa difícil de vulnerar.
Aquel mismo año fue la gloria en el Azteca, con Maradona en su esplendor y Ruggeri de titular en un sistema de tres centrales y dos carrileros que le otorgó a la Selección de Carlos Salvador Bilardo una alta confiabilidad, más allá de esos dos goles alemanes en la final de México que dejaron preocupado al siempre obsesivo director técnico…
El recorrido internacional de Ruggeri
Real Madrid, siempre atento a las figuras mundialistas, contrató al Cabezón, quien pese a públicos cortocircuitos con algunos compañeros sumó otra estrella a su colección. Mientras, se volvía un imprescindible en la Selección. Luego de la final de Italia 90, con Diego retirado y Alfio Basile al mando de la conducción, asumió la capitanía y lideró a la Argentina bicampeona de América en 1991 (Chile) y 1993 (Ecuador).
Conocedor de su ascendencia dentro de un vestuario y de su capacidad para transmitirle carácter ganador a cualquier grupo, el Bambino Veira influyó para que San Lorenzo repatriara al Cabezón. Y fue con él que los de Boedo se adjudicaron un vibrante Clausura 95, disputado mano a mano con el Gimnasia de Carlos Timoteo Griguol, el Beto Márcico y los mellizos Barros Schelotto.
El 7 de diciembre de 1997 se fue ganador. Con 35 años, integraba el equipo de Lanús que en aquel Torneo Apertura enfrentaba a Estudiantes de La Plata. Ya había anunciado que iba a ser su último partido. A los 10 minutos del primer tiempo el árbitro Luis Bongianino marcó penal para el Granate por una infracción del uruguayo Leonardo Ramos contra Claudio Enría.
Los hinchas de Lanús empezaron a corear el nombre de Ruggeri. El Cabezón cruzó todo el campo y pidió patearlo. Metió el gol y se fue de la cancha, reemplazado. Se retiró festejando un gol suyo y celebrando, al mismo tiempo, la despedida.
Atrás había quedado una carrera con múltiples títulos pero también con polémicas. Los cruces con rivales brasileños, la patada voladora a José Luis Chilavert, las peleas y reconciliaciones con Maradona, el enfrentamiento versus Julio Humberto Grondona y las discusiones con los dirigentes jalonaron su última etapa como futbolista.
Luego llegaron las experiencias como entrenador de San Lorenzo e Independiente, donde hizo debutar al Kun Agüero, entre pocos episodios para rescatar. Hasta que encontró su lugar detrás de un panel, en un estudio de televisión, junto a los mismos periodistas que había criticado tantas veces.