La leyenda de Héctor Cassé, el arquero sordo que fue ídolo en Temperley y llegó a la Selección

Buenos Aires. Deportes
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17 de septiembre de 2022

Perdió el 80% de la audición a los nueve meses. Aun así desarrolló una carrera notable: fue clave en el ascenso del Celeste a Primera División, en 1982 y lo citó Carlos Bilardo. El día que una hinchada rival lo insultó con señas.

Le decían el Mudo pero en realidad era sólo sordo. No lo escuchaba pero lo sabía. Héctor Cassé fue uno de los grandes personajes en el mundo del fútbol en los años 80. En Temperley tiene chapa de ídolo: fue el arquero del equipo que logró el histórico ascenso a Primera División en 1982. Soportó con entereza la dificultad que representó haber perdido casi la totalidad de la audición cuando era apenas un bebé, momento en que quedó marcado de por vida. Y se convirtió en una leyenda que construyó una carrera a puro talento, el que le permitió incluso llegar a la Selección Argentina.

Nació el 21 de junio de 1957 en Salliqueló, ciudad cabecera del partido homónimo ubicado en el oeste de la provincia de Buenos Aires, más cerca de Santa Rosa (La Pampa) que de la Capital Federal. Una otitis mal curada a principios de 1958, cuando tenía apenas nueve meses, le dejó el sello indeleble con el que iba a transitar el resto de su vida: sufrió la disminución del 80 por ciento de su capacidad auditiva.

La leyenda de Héctor Cassé, el arquero sordo que es ídolo en Temperley y llegó a la Selección
Cassé, un jugador emblema de Temperley en los años 80.

Su familia convivió con el drama. Dos de sus hermanos también tuvieron problemas con la audición, y otro murió con apenas cinco años víctima de un cuadro de leucemia. No le gustaba que le hablaran a través del lenguaje de señas, ya que de chico había aprendido a leer los labios, lo que le permitió desenvolverse con más naturalidad. Pero nunca escondió su discapacidad, sino que la asumió con entereza y hasta con naturalidad. Incluso se puso como meta hablar. Y lo logró, aun con dificultad, y por eso no fue sordomudo.

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Una anécdota lo definía. En un partido contra San Lorenzo, una hinchada a la que siempre se destacó por su originalidad. En este caso, para lo negativo. Cuando el Mudo Cassé encaró hacia su arco, en la tribuna empezaron a mover los brazos en forma sincronizada pero en silencio. El arquero entendió que, en el lenguaje de señas, le estaban cantando “Cassé, compadre…”. El Mudo sonrió. Un signo de otros tiempos, en los que no se hablaba de inclusión ni se condenaba el bullying como sucede en la actualidad como parte de la evolución de la sociedad.

La carrera de Héctor Cassé

Héctor Jorge Cassé era fanático de River. Y tuvo grandes arqueros como espejo, los que vio en sus tiempos de niño y adolescente: Amadeo Carrizo, Hugo Orlando Gatti y Ubaldo Fillol. De hecho, se hizo amigo del Pato, a quien incluso llegó a enfrentar en los tiempos de Temperley en Primera División, antes de que el legendario guardameta emigrara a Flamengo de Brasil.

Hizo las Inferiores en Gimnasia de La Plata, donde debutó en Primera División en 1979, con apenas 18 años. Lo hizo de la mano de Ubaldo Antonio Rattin, un emblema de Boca que en ese momento era el entrenador del Lobo. “Lo puse porque era muy buen arquero. Su problema no pesaba para nada”, explicó el Rata en su momento. En 1980 fue contratado por Temperley, donde fue un puntal en la campaña en la B Metropolitana de 1982.

La leyenda de Héctor Cassé, el arquero sordo que es ídolo en Temperley y llegó a la Selección
Cassé, en Temperley, al atajarle un penal a Boca en la cancha de Atlanta.

Fue en la final contra Atlanta. En la ida, en Lomas de Zamora, Temperley ganó 2 a 1. La revancha se disputó el 21 de diciembre en el estadio de Huracán: el Bohemio, dirigido por Victorio Nicolás Cocco, se impuso 1 a 0, en un partido que llegó a suplementario y debió resolverse con la definición por penales: se patearon 26.

Hasta llegar al 12-12, para el Gasolero habían convertido Antonio Del Ducca, Spataro -ambos por duplicado-, Dabrowski, Scotta y Piris (los cinco que arrancaron), más Aguilar, Lacava Schell, Issa, Villalba y el arquero Cassé. Parecía que nadie iba a errar; la noche del 21 de diciembre ya era la madrugada del 22. Pero el Mudo Cassé no quería pasar Nochebuena en el Palacio Tomás A. Ducó: voló hacia su derecha y paró con su estómago el remate de Enrique Hrabina.

Temperley
El equipo de Temperley en 1982, un plantel histórico para el Gasolero.

Nacido en Lomas de Zamora y con inferiores en Temperley, el encargado de pararse frente al golero bohemio para liquidar la historia era nuevamente Dabrowski. El joven de 21 años dirigió el remate hacia la derecha y Alberto Parsechian voló para el otro lado: 13 a 12 definitivo y desahogo para el Gasolero, que corrió desde atrás y se terminó quedando con el segundo ascenso, uno de los más recordados.

El ”Mudo Corazón” de Temperley que llegó a la Selección

Los hincha de Temperley le cantaban “Mudo Corazón”. El técnico de aquel equipo del Gasolero era Carlos Pachamé, quien al año siguiente se sumó al cuerpo técnico de Carlos Salvador Bilardo en la Selección Argentina. Fue allí que el Narigón lo convocó a entrenarse con la Albiceleste, aunque no llegó a tener minutos oficiales.

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Cassé también logró un ascenso con Quilmes.

Se tomaba con naturalidad las bromas de sus propios compañeros. En una ocasión, cuando todavía estaba en Temperley, Pablo Erbín le pidió ayuda porque su auto tenía trabada la bocina. Otros compañeros se tapaban los oídos, como si estuvieran escuchando un ruido atroz. Cassé se metió en el motor, abrió la bocina para revisarla cuando el resto se descostillaba de la risa. El Mudo tomó con un enorme sentido del humor el momento y se sumó a las carcajadas.

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Estuvo en el Gasolero hasta 1986. Después pasó por Quilmes (donde también ascendió), Deportivo Maipú de Mendoza, Central Córdoba de Santiago del Estero), Belgrano de San Nicolás, Atlanta y Excursionistas. Terminó su carrera en ligas bonaerenses.

En los primeros años del siglo 21, Héctor Cassé jugaba en los veteranos de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, mientras trabajaba como remisero. Murió en 2003, con apenas 43 años, víctima de un cáncer de pulmón.

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