La historia del crack de Independiente al que quieren homenajear con su nombre en una platea
Así como el estadio se llama Ricardo Bochini, hay un extraordinario campeón que puede sumarse a la galería de próceres que ya figuran en la cancha. Un wing nacido en Sarandí y de la época de gloria del Rojo.
Si algo se le debe reconocer a Independiente, incluso en momentos tan difíciles como los actuales, es una sólida convicción para honrar a los próceres del club, a quienes ayudaron a convertirlo en una referencia del fútbol de nuestro país y América del Sur.
En esa dirección apuntó la iniciativa para designar como Raúl Emilio Bernao a una de las plateas del estadio, la más cercana a las vías del Ferrocarril Roca. Socios y familiares del jugador, de cuyo fallecimiento se cumplirán 15 años en diciembre próximo, impulsaron la propuesta a través de una plataforma para reunir firmas.
Seguramente después del 2 de octubre, cuando se produzca la renovación de autoridades en la institución, el proyecto podrá concretarse y, como ya sucedió con Ricardo Enrique Bochini, Miguel Ángel Santoro y Ricardo Elbio Pavoni, otro sector del renovado escenario quedará asociado a uno de los más grandes ídolos.
¿Quién fue Raúl Bernao?
Hubo una época en la que todas las formaciones presentaban dos wingers, de acuerdo con la vieja denominación. Y varios de los que jugaban por la derecha recibieron el apodo de locos, por su capacidad para sorprender, para llamar la atención en el momento menos esperado.
El periodista Pepe Peña, quien también tuvo una fugaz experiencia como director técnico de Huracán, elaboró una original teoría para explicar la coincidencia del sobrenombre. “Entre los 11 de un equipo hay mayoría de diestros. Entonces, es natural que la primera búsqueda sea hacia la izquierda. Es más sencillo cruzar la pelota hacia ese costado. Los wines derechos suelen quedar aislados. Les llegará poco el balón, se aburrirán, pasarán frío los días de invierno y dependerán de una genialidad para hacerse notar”, razonaba el padre de Fernando Peña.
Por eso, a partir de la década del 40 y hasta que el puesto empezó a perder preponderancia en los 70, abundaron locos en la punta derecha: Elio Rubén Montaño, Oreste Osmar Corbatta, Oscar Antonio Pianetti, Ernesto Enrique Mastrángelo, René Orlando Houseman y, por supuesto, el protagonista de esta historia: Raúl Emilio Bernao.
Osvaldo Ardizzone, otra pluma distinguida de diarios y revistas deportivas, escribió que “el Loco Bernao tiene una lógica distinta de los demás, él frena cuando todos corren”. Fue el mismo Ardizzone quien le encontró un bautismo más original a Bernao: en una larga nota para el semanario El Gráfico le puso El Poeta de la Derecha.
De Sarandí y de Independiente desde la cuna
Bernao nació el 5 de noviembre de 1941 en Sarandí, cuna de cracks y de grandes personajes vinculados al fútbol. Fanático de Independiente desde chiquito, recorrió todo el camino de Inferiores hasta debutar en Primera en 1961. Salió tres veces campeón argentino: torneo largo de 1963, Nacional de 1967 y Metropolitano de 1970. Fue una figura destacada en las dos primeras Copas Libertadores conquistadas por el Rojo, las de 1964 y 1965, ante los intimidantes Nacional y Peñarol de entonces.
Lideró ataques con otros emblemas como Mario Rodríguez, Osvaldo Mura, Raúl Savoy y Roberto Tarantini. Y colaboró para que centrodelanteros de distintos estilos rompieran redes. El oportunista Luis Artime, el rapidísimo Roque Avallay y el exquisito Héctor Yazalde engrosaron sus cuentas goleadoras y provocaron festejos repetidos, especialmente en la demolida Doble Visera.
Al cabo de una década en la que sumó 275 presencias y marcó 49 tantos con la camiseta del Diablo, decidió probar suerte en el extranjero. Jugó un par de años en el Deportivo Cali, de Colombia. Regresó al país y en 1974, ya veterano para el standard de entonces, cumplió una breve actuación en Gimnasia y Esgrima La Plata. Su palmarés incluye también 15 participaciones con el seleccionado nacional, en tiempos de mucha menor competencia y mucha mayor desorganización.
Al margen de los números, quedaron en la memoria sus gambetas desconcertantes, esa facilidad para esquivar rivales a la carrera y levantar a la tribuna, duelos épicos con los mejores laterales izquierdos (el propio Silvio Marzolini solía mencionarlo como uno de los más complicados para marcar) y centros precisos para la llegada del 9 de turno.
Era un placer verlo y también por ese motivo se justificaría que una platea del estadio de Independiente, ubicación privilegiada para disfrutar del espectáculo futbolístico de alta calidad, lleve su nombre.