Así está hoy Héctor Scotta, el goleador implacable de San Lorenzo y con un récord que difícilmente será superado
El Gringo, que cumple 75 años, es ídolo del Ciclón. En la década del 70 llegó a una marca increíble, con los 60 goles en sólo un año. Una cifra sólo comparable con monstruos como Messi o Ronaldo.

El grito de gol de Héctor Scotta, un clásico de los años 70.
Se sucedieron hechos excepcionales en el fútbol argentino durante 1975. Uno que aún permanece en la memoria de los testigos de aquella época fue el notable récord de Héctor Scotta, quien marcó 60 goles para San Lorenzo en el año, pulverizó la marca del paraguayo Arsenio Erico (47 con Independiente, en 1937) y estableció un tope imbatido en nuestras canchas.
Chiquito atrás, el Gringo adelante
De buena contextura física y fuerte pegada, a Héctor Horacio Leonel Scotta -nacido el 27 de septiembre de 1950 en la localidad santafesina de San Justo, integrante de una familia fecunda en materia futbolera- le decían Chiquito en su pueblo. Mantuvo el apodo cuando empezó a jugar en Unión, al principio como marcador lateral o volante por la derecha.

Fiel a la tradición de cosechar talentos en el interior, búsqueda que dio origen a la antigua denominación de Los Gauchos de Boedo, San Lorenzo de Almagro reparó en ese muchacho de apenas 20 años que llamaba la atención con sus piernas largas y sus remates poderosos. Chiquito, de inmediato, se transformó en el Gringo, por los pelos rubios que entonces lucía y el origen provinciano.
Rogelio Antonio Domínguez, compañero de Alfredo Di Stéfano en el Real Madrid galáctico de los 50/60, persuadió a Scotta de que le convenía ocupar una posición más adelantada en el campo. De wing derecho, en tiempos de 4-3-3 como esquema táctico mayoritario, podría sacarles más réditos a sus atributos futbolísticos.
Héctor Scotta, bicampeón con San Lorenzo
Héctor integró el plantel del Ciclón que se convirtió en el primer bicampeón de Metropolitano y Nacional. Dirigido por Juan Carlos Lorenzo, el equipo se destacaba por su poder de fuego. Rodolfo Fischer, Rubén Ayala y el ya veterano José Sanfilippo eran algunos de los calificados delanteros. En el segundo torneo, con Scotta lesionado, cobró protagonismo Luciano Figueroa, autor del 1-0 en suplementario que les permitió a los azulgranas vencer a River en una dramática final disputada en cancha de Vélez.
Le costó volver a Scotta, pero le puso empeño a la recuperación y, ayudado por su juventud, regresó en 1973 y empezó a subir de nivel en 1974. Ya con Osvaldo Zubeldía en el banco, San Lorenzo hizo un flojo Metropolitano, levantó en el Nacional y terminó llevándoselo en un octogonal donde aventajó por un punto a Rosario Central.
Scotta, el romperredes de 1975
River acaparó el centro de la atención en 1975, cuando pudo cortar una dolorosa sequía de 18 años sin vueltas olímpicas. El recién ascendido Unión sorprendió con una formación llena de experimentados, incluidos tres que poco después ganarían todo con Boca: Hugo Gatti, Rubén Suñé y Ernesto Mastrángelo. En paralelo, César Luis Menotti empezaba a moldear el seleccionado que acabaría por ser campeón del mundo en 1978.

San Lorenzo cumplió una campaña irregular, pese a que Scotta era capaz de convertir sin necesidad de que un circuito fluido de juego lo abasteciera. El tipo despachaba misiles desde derecha o izquierda, dentro o fuera del área, abajo o arriba. Cada tanto mechaba con algún cabezazo fortísimo.
Héctor sumó 32 conquistas en el primer certamen (relegó a Carlos Morete, autor de 24 para el campeón) y 28 en el segundo. Ante Boca, en la Bombonera, clavó dos en un espectacular 5-3 para el Ciclón. Ese 23 de noviembre superó el máximo registro anual de Erico. La revista El Gráfico los juntó para una foto.
Scotta siguió deshilachando redes contrarias y a César Luis Menotti, partidario de otro estilo para ese puesto, no le quedó más remedio que llamarlo. En su primera citación, un amistoso con Paraguay en el verano de 1976, Argentina venció 3-2 en Asunción ¡con tres goles del Gringo!
Las noticias de semejante producción cruzaron el Océano Atlántico y Sevilla apostó por la contratación de este santafesino con un cañón en la pierna derecha. En tierra andaluza adquirió estatura de ídolo. ¿Cómo? Para él fue sencillo: gritó más de un centenar de goles.
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