La leyenda de Arsenal de Llavallol: el club que sólo vivió 20 años y fue la cuna de grandes futbolistas de la Selección
Fundado en 1948, en esta pequeña institución de Lomas de Zamora surgieron Angel Clemente Rojas, Antonio Valentín Angelillo y Humberto Maschio, entre otros. El acuerdo que firmó con Boca y su ocaso.
Como para refutar la sentencia más célebre del tango Volver, aquella según la cual “20 años no es nada”, a Arsenal de Llavallol le bastaron dos décadas para merecer una página en la historia del fútbol argentino. Fundado el 12 de octubre de 1948 para participar en los masivos Campeonatos Evita, alcanzó su apogeo en los 60 y clausuró sus actividades en 1968.
El mayor aporte de este modesto club de Lomas de Zamora, levantado en el cruce de las calles Santa Catalina y Libres del Sur, fue haber sido cantera de jugadores que luego se destacaron en los grandes de nuestro país.
Arsenal de Llavallol, cuna de cracks
Ángel Clemente Rojas, Vladislao Wenceslao Cap, Humberto Dionisio Maschio y Antonio Valentín Angelillo no pueden faltar en ninguna enumeración de figuras que vistieron la camiseta de este Arsenal, marrón y amarilla a bastones en los primeros tiempo, azul y oro después de que Boca cerrara un convenio para intercambiar jugadores.
Rojas fue una gloria xeneize y alcanzó una idolatría que aún hoy, al borde de los 80 años, se manifiesta en cada una de sus apariciones por los pasillos de la Bombonera. Cap, un respetado defensor de Racing y River entre otros, dirigió a la Selección en el Mundial de Alemania 74.
Maschio, 90 recién cumplidos, es un prócer de Racing, cerebro del Equipo de José que salió campeón de Argentina, de América y del Mundo. Angelillo fue un delantero fino, con gambeta y gol, que brilló en los colosos de Italia cuando no era tan común desembarcar en el Viejo Continente.
El Gordo Díaz, alma mater de Arsenal de Llavallol
Al margen de estos apellidos, con peso propio, hay que destacar a un personaje que fue ideólogo e impulsor de Arsenal de Llavallol: Aníbal Díaz, conocido en el ambiente como El Gordo en obvia alusión a su corpulencia física.
Díaz tenía esa capacidad que no enseña ninguna escuela para detectar si un pibe con habilidades para jugar a la pelota podía convertirse en crack. Fue, de alguna manera, un pionero de los cazatalentos contemporáneos.
También, según quienes lo trataron hasta su temprano fallecimiento en 1973, resultó un precursor en eso de transmitirles a los pibes humildes de los potreros la necesidad de cuidarse, alimentarse de manera saludable, vestir sin extravagancias y pulir la técnica de cuna en los entrenamientos.
Admirador del fútbol inglés, de ahí el origen del nombre que eligió para su creación, Díaz contaba además con cierta intuición para los negocios. Fue él quien acordó con Alberto J. Armando un acuerdo de reciprocidad entre Boca y Arsenal de Llavallol.
Pese a sus visibles kilos de más, producto de las cenas generosas y las sobremesas largas, tampoco le faltaba cintura política. Fue Díaz quien en 1950 les pidió a sus jugadores, unos adolescentes, que le acercaran a Juan Domingo Perón una carta, para recordarle al entonces presidente de la Nación que Arsenal -en su carácter de ganador del torneo de fútbol de los Evita- se había hecho acreedor a un predio para construir su cancha.
El General cumplió y Arsenal tuvo su espacio en una Llavallol muy poco poblada. Allí el equipo disputó los certámenes de ascenso (categorías D y C) desde 1952 hasta su desaparición. La gente del barrio le tomó cariño a la institución y por eso fue mucha la tristeza cuando el gobierno de Juan Carlos Onganía resolvió quitarle los terrenos donde se había asentado.
El paso de Rojitas por Arsenal de Llavallol
“Yo estaba en las divisiones inferiores de Boca y un día el vicepresidente del club, Miguel Zappino, me dijo de ir a Llavallol”, recuerda Rojitas. “La verdad es que no me gustaba la idea. Yo vivía en Sarandí y me quedaba a trasmano, pero Zappino me aseguró que iban a pagarme un sueldo. Imaginate: mi familia era muy humilde y para mí era un sueño cobrar por jugar a la pelota. Así que fui. No me arrepiento. Aprendí mucho con el Gordo Díaz”, agrega Ángel Clemente.
Cuenta la leyenda que en marzo de 1963, con motivo de un cuadrangular en Montevideo, la delegación boquense asistía a un preliminar entre un combinado de ascenso de Uruguay y otro de Argentina. Armando, Zappino y el legendario Adolfo Pedernera, recién designado como director técnico, fueron testigos desde la platea de los movimientos y las gambetas de un morocho flaquito, de pelo corto y piernas chuecas, autor de cuatro goles para los visitantes.
“A ese lo tenemos que llevar a Boca”, afirmó Armando, maravillado por el joven delantero. “A ese le dicen Rojitas y no necesitamos llevarlo porque ya es de Boca”, le respondió Zappino.
Dos meses después, con 18 años, Angelito debutaba en la Bombonera y cumplía una actuación deslumbrante en un 3-0 frente a Vélez. Arsenal de Llavallol lo había ayudado a hacerse conocido.